por Othón Osorio
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25 de febrero de 2020
Para poder crear nuevos hábitos (o dinámicas) en nuestra vida, requerimos ejercitar a nuestras neuronas, para que generen nuevas conexiones y procesos de intercambio de información entre ellas. Esto se logra con pequeñas acciones, pero constantes, día a día, que ejerciten justamente esa parte de nuestro cerebro, para crear esos nuevos vínculos. Y en esto se combinan la física, la química, la biología y las matemáticas. Somos sistemas complejos. Todos los sistemas, TODOS, se resisten al cambio. Es una dinámica NATURAL, pues el cambio nos enfrenta a lo desconocido. Entrar a nuevos mares, significa por lo tanto un riesgo que, inconscientemente es rechazado, por el mero hecho de desconocer los resultados que se tendrán. La prioridad de todo sistema biológico es preservar la vida, y lo desconocido implica intrínsecamente un riesgo a esa preservación (a un nivel muy instintivo). El ir de a poco, va acomodando al sistema para que pueda recolectar la información suficiente en el medio ambiente para lograr su adaptación, y por lo tanto, aceptar el cambio. Si no se genera la química adecuada (endorfinas), que las genera por ejemplo la sensación de logro, entonces abortamos la misión. La motivación es clave. A toda acción hay una reacción igual, pero en sentido contrario. El reto o la acción diaria debe ser suficiente para crear el hábito, pero no demasiado grande que nos desincentive. Si nos ponemos metas sumamente altas, la propia resistencia y la frustración -en caso de no alcanzarlas- fortalecerán el mecanismo natural de resistencia al cambio y por lo tanto nos llevarán a abortar la misión. Si quieres por ejemplo hacer ejercicio, empieza con 5 minutos, al día siguiente incrementa un poco, camina, no quieras correr 3 km el primer día. Ya llegará el momento de hacerlo, pero haz un esfuerzo lo suficientemente alcanzable, y al mismo tiempo significativo, que te motive a continuar el proceso. Toma tiempo. La literatura y el mundo que nos rodea está lleno de la “inmediatez”. Pero la realidad es que biológicamente a nuestro cuerpo le toma de 21 a 40 días cambiar de hábitos. Es el tiempo entre que se empiezan a fortalecer las nuevas dinámicas, y que toma el que se vuelvan definitivas y se integren a ti. Digamos que por un lado las neuronas requieren tiempo para ir haciendo esas conexiones, al menos 21 días, es como una chispa que surge cuando dos cables se juntan, pero el que se entrelacen y logren estar unidos, requiere de esos pasos diarios para lograr el estímulo que genere la reacción, que a su vez se vuelva permanente, y con ello se genere también la química necesaria en nuestro cuerpo para sostenerla (endorfinas, por ejemplo). La integración Biológica. Ahora bien, una vez que el vínculo es permanente, entonces esa información se integra a nosotros biológicamente, a nivel celular. Es decir, el sistema acepta el cambio, y lo integra como algo natural y propio. Nuestras células tienen una tasa de renovación de 40 días, ¡cada 40 días tenemos cambio de células! Es decir, que la integración de la información de los nuevos hábitos y dinámicas en nuestro cuerpo queda deposita y se replica (a través del ADN depositado en el núcleo de la célula) en ese tiempo. En efecto, el ADN cambia, se modifica en tiempo real. A partir de que la información ya está integrada, se replicará a cada una de las células nuevas, a partir de entonces. Por supuesto, hay formas a través de las cuales se pueden apoyar el cambiar de hábitos y hacer que la integración sea más “rápida”. Tiene que ver con la emoción, con los motivadores, con los ejemplos (el ejemplo arrastra) o modelos que decidamos seguir. También tiene que ver con el nivel de conciencia y trabajo personal que tengamos (que también toma tiempo) y que con dinámicas como la meditación, puede inducir procesos de cambio “cuánticos”. Pero cuando aún no hemos entrado a ese campo dimensional, hay una forma muy interesante (y divertida) de lograr este cambio: la colaboración. El hacerlo juntos, el ir de la mano, el apoyarnos en equipo, el saber que no somos los únicos y que no estamos solos. Por eso, los grupos de apoyo, los retos diarios acompañados de otros que están en el camino en el que ando, me permiten tener la motivación al verme en el espejo del otro, no solo para aprender, sino para verme de forma empática, abrazando la persona que soy, y aceptando que también yo, al igual que todos estamos en el camino. De esa forma, el miedo a dejar de ejercer nuestra huella biológica (de existir) se convierte en una motivación por lograr dejar nuestra huella espiritual (de trascender). ¡Disfrutemos el camino! Referencias BRADEN, Gregg. La Matriz Divina. DISPENZA, Joe. Deja de ser tú (La mente crea la realidad) GOLEMAN, Daniel. Inteligencia Emocional. LIPTON, Bruce. La Biología de la Creencia. La liberación del poder de la consciencia, la materia y los milagros. MCTAGGART, Lynne. El Campo. En busca de la fuerza secreta que mueve el universo.